Hoja tras hoja fueron cayendo lentos los días del almanaque. “¿Quién me ha robado el mes de abril?” de Sabina ha dejado de ser una pregunta retórica. Sabemos que ha sido el maldito COVID-19 y sus derivadas sanitarias, sociales y económicas.
Comenzamos mayo con un horizonte de desconfinamiento, incertidumbre y mucha preocupación. El tiempo no corre a nuestro favor y no parece que los que nos gobiernan sepan muy bien lo que hacen. Más entretenidos están en el marketing y las luchas intestinas del poder, que en acabar con la pandemia.
Aburre escuchar las homilías tanto de Sánchez como de Torra. En ocasiones, ellos son los voceros y, otras veces, delegan en sus tercetos de pasapalabra televisivo. Anunciando con voz firme los acuerdos de sus respectivos gobiernos.
Creo que lo importante no es lo que decimos los políticos, ni siquiera lo que hacemos. Lo realmente importante son los resultados obtenidos de nuestra gestión. Es la diferencia entre hacer que haces y hacer con objetivos que se cuantifican y evalúan con los resultados.
Somos el país con más muertos por millón de habitantes del mundo.
Somos el país con mayor ratio de sanitarios contagiados.
Las ayudas prometidas para autónomos, pymes y el pago de los ERTES a los trabajadores, son como cabalgar a lomos del unicornio.
Entre lo que dicen cada día, lo que hacen y, sobre todo; a lo que se está obteniendo, hay una brecha cada vez mayor de divergencia entre la realidad y la política.
El virus no va a desaparecer, forma parte de nuestro ecosistema; tenemos que aprender a aislarlo: con ciencia, con tecnología y con la responsabilidad de todos los ciudadanos. Lo único que esperamos de nuestros gobernantes es responsabilidad y eficacia; que no se pasen el día mirándose el dedo y repitiéndose “mi anillo, mi tesoro”, porque esto no es una peli, es la realidad de nuestro tiempo.
Cuando enseñas a alguien a esquiar, primero le llevas a un plano, le pones los esquís y le pides que se tire al suelo. Aprender a levantarse es la primera lección que uno tiene que dominar, porque seguro que en más de un descenso vas a acabar desparramado por la montaña y es imprescindible saber levantarse para continuar.
Seguramente nadie estaba formado para esta caída, pero nos tendremos que levantar. Y, para ello, es imprescindible la seriedad, el trabajo, el pragmatismo y la humildad.
La primavera en la montaña son días repetidos de lluvia y nubes bajas, tarareando aquella canción de Pau Donés, “Primavera que no llega”, pero siempre con la esperanza de que una mañana acabará saliendo el sol y fresnos, cerezos, nogales y manzanos despuntarán sus nuevos brotes de crecimiento, dejando atrás el invierno para seguir trepando hasta tocar el cielo.