Opinió

“Con más mar, más vela”

Un pequeño telescopio, espejos, un brazo móvil y un arco de madera de 60º dan nombre al sextante; aparato imprescindible para determinar la posición real calculada en relación a los cuerpos del cielo. Desde la carabela al clíper, cruzar el Atlántico eran días y días de confinamiento en una estrecha nave, flotando y rodeado de agua hasta donde la vista se pierde. Rutina; y bendita rutina sin incidentes peores. La travesía del Atlántico era días y paisajes repetidos que confunden la memoria y por ello era obligado llevar un “cuaderno de bitácora”, donde diariamente se apuntaban con disciplina los hechos cotidianos, para no olvidar. Para recordar y aprender con perspectiva.

Seguimos confinados en esta travesía del coronavirus. Aunque cada día miramos el horizonte, todavía no divisamos tierra, pero nuestro cuaderno de bitácora se va llenando de las torpezas de nuestros dirigentes. No es el momento, lo importante es llegar a tierra, pero las dudas asaltan con insistencia.

El capitán Sánchez se está dedicando a comprar “likes” y bulos en las redes sociales en vez de mascarillas y el resto de material para la tripulación. Todo el mar le parece igual y dando bandazos, es incapaz de aplicar el rumbo de navegación que marcan las cartas.

Iglesias, el segundo de a bordo, parece haber llegado a la conclusión de que cuanta más más tirria le cojamos al capitán, mejor le irá a él. Y espera que nos amotinemos y lo encumbremos. Parece haber llegado a la conclusión (absurda) de que puede medrar políticamente en medio de este caos.

El sobrecargo, Torra, también conspira. Quiere independizarse, que abandonemos el barco y hagamos el resto de la travesía en un pequeño y averiado bote de remos. Ya se ve de Almirante de la Mar Océana y camina por cubierta lánguido y taciturno, con un sombrero de papel y una espada de madera. Buch, su supersticioso brigadier, dice que contaremos la boga hasta 1713 y luego hay que parar, permitiendo que las corrientes nos devuelvan al punto de partida. También está de su lado la suboficial Budó, que cada día en la formación aprovecha para disertar sobre su paraíso ilusivo de la independencia.

Hace 500 años, Maquiavelo, en El Príncipe, tabuló las mentiras necesarias para llegar al poder y concluyó que no eran tan solo un medio; decía que los gobernantes tenían solo dos objetivos; llegar al poder y mantenerse en él.

Después de tantos fastos y alharacas resulta que no éramos tan grandes. Un pequeño virus, invisible a los ojos, está acabando con la vida de muchos y con la economía de todos. Es una lección de humildad que la vida nos ha impuesto. Aunque embarcados a la fuerza, debemos continuar siendo ciudadanos críticos, propositivos y libres. No hay vacuna para el virus de la libertad. El estado no es el gobierno. Y el futuro, aunque incierto, será un trabajo apasionante donde pasemos el resto de nuestra vida.

Dicen que Colón, en su primer viaje navegando hacia lo desconocido, con esperanza en encontrar un Nuevo Mundo, escribió en su cuaderno de bitácora: “El mar dará a cada hombre una nueva esperanza, como el dormir le da sueños”.