Opinió

El “Memento Mori” en la taza del váter

No hace mucho, me crucé por la calle con una persona que conozco de toda la vida. Aunque Vielha es un pueblo pequeño a veces pasa mucho tiempo sin que coincidas con alguien. Fue un reencuentro cordial; pasamos revista familiar, laboral y personal, en una conversación sincera y distendida. Cuando nos despedimos me dijo: “sigues siendo el de siempre, la política no te ha cambiado”, con cierta mirada de incredulidad. La política tiene erótica; en la antigua Roma, cuando un general volvía victorioso de alguna campaña, se organizaba un desfile por las calles de la ciudad eterna, donde se le aclamaba masivamente, pero ya tenían la precaución humana de que se viniera arriba en exceso, y siempre le precedía una persona con un cartel escrito en el que se leía “Memento mori” (recuerda que eres mortal).

Soy de los que piensa que en la política no hay enemigos, hay rivales. Y siempre lo he aplicado a mi actividad parlamentaria con un tono sosegado, pragmático y constructivo. Pero cada día me resulta más complicado, a la vista de lo que vemos y las consecuencias que deriva. La irrupción del Covid-19 en nuestras vidas ha supuesto mucho más que la mascarilla como nueva prenda de vestir. Ha puesto debajo del foco las fobias, las obsesiones y la incompetencia de nuestros gobiernos. Puedo entender que la primera oleada del virus nos cogiera con el paso cambiado; ciertamente nadie estábamos preparados para este nuevo virus que nos ha golpeado sin piedad. Pero ya llevamos cuatro meses de forzado aprendizaje, de inteligencia colectiva y, en este momento, los errores son difícilmente excusables.

Soy de los que piensa que en la política no hay enemigos, hay rivales. Y siempre lo he aplicado a mi actividad parlamentaria con un tono sosegado, pragmático y constructivo. Pero cada día me resulta más complicado, a la vista de lo que vemos y las consecuencias que deriva

Lo que está haciendo el gobierno de la Generalitat en Lleida no tiene nombre. Cuando uno vive ensimismado en la absurda fantasía y la vanidad de que, por el solo hecho de ser catalanes, podemos viajar por el mundo y lo tenemos todo pagado, llega este virus y nos abre los ojos a la tozuda realidad.

Después de cuatro meses de telebasura en plan “pasapalabra” de Vergés, Buch y Budó.

Después de cuatro meses en los que la Generalitat ha demostrado no ser capaz ni de contar bien el número de fallecidos.

Después de cuatro meses de lloriqueos y lamentos de Torra por las competencias limitadas en plan el Señor de los Anillos: “Mi anillo, mi tesoro”.

Ahora que las tienen todas, ¿cómo las ejercen? Pues sencillamente como un estado policial, confinando el Segriá.

En estos cuatro meses podrían haber creado equipos y sistemas de rastreo, pero no; prefirieron dar 17M/€ a una empresa de limpieza, filial de Ferrovial (la del Palau y el mal llamado 3%, porque en realidad era el 20%) donde casualmente trabaja el hermano de Junqueras (según los titulares del régimen, condenados a 100 años de cárcel por el golpe a la democracia, pero ya en su casa).

Podrían haber reforzado la atención primaria y dimensionarla para un rebrote previsible, no en otoño. Este virus no es estacional o en función del clima, como la gripe. No hace falta ser epidemiólogo; solo con observar el número de contagios en Brasil, Ecuador, Méjico, etc. Donde hay calor los 365 días del año.

Podrían haber organizado la gestión de los temporeros. No es sobrevenida, hace 70 años que se repite en tiempo de cosechas. De hecho, desde el Grupo de Cs ya llevamos al Parlament propuestas de resolución para esta problemática hace 2 años, pero no hicieron ni caso.

Podrían haber tenido contacto y dialogo con el territorio, pero prefirieron las mentiras y el “ordeno y mando y que se haga pronto”.

Podrían haber hecho acopio de test y de informática, para poder controlar y aislar los contagios de manera selectiva, pero no. Lo fácil ha sido no hacer nada más que chanchullos económicos y ahora que es tarde… vuelta al confinamiento y las multas. Mediante un decreto, pesimamente redactado, que no busca soluciones, tan solo el enfrentamiento judicial con el Estado, quedando en un segundo plano que algunos perderán la vida, que otros perderán la salud de por vida (con los efectos secundarios del Covid) y que todos perderemos la economía. Pero les da completamente igual, los ciudadanos de Lleida somos las víctimas colaterales de sus obsesiones y de sus espurios intereses económicos. A la postre, con la calculadora electoral en la mano, saben que, de 15 diputados en liza por Lleida, 11 son independentistas, lo que les posibilita esa exigua minoría parlamentaria capaz de conformar el actual desgobierno.

Como me decía mi amigo callejero, “no he cambiado”. Ciertamente, me sigue sublevando la injustica, las mentiras y la política miserable que no piensa en las personas. Churchill decía que “los pueblos tienen los gobernantes que se merecen”. Quizás sea aplicable en UK, pero en nuestra tierra, nada nos hace merecedores de este pecado original ni de estos gobernantes nefastos.